¡90 centímetros de pura inteligencia!

Víctor Herrera Pin siempre fue el más pequeño de la clase, pero uno de los mejores estudiantes.
¡90 centímetros de pura inteligencia!
A pesar de su pobreza, en la escuela fue el abanderado y hubo que confeccionarle una bandera para su estatura. El último sábado se graduó de bachiller y un sastre le donó el terno. Ahora el pequeñín desea llegar a ser abogado.
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Dartañán
munozh@granasa.com.ec
Fotos de Jorge Quimí
Ochenta y tres jóvenes caminaban orgullosos por las calles del cantón Baba, en la provincia de Los Ríos. Enternados y con paso firme se dirigían al coliseo de deportes, donde se desarrollaría la ceremonia de incorporación que los proclamaría como los nuevos bachilleres del colegio 23 de Junio.

De entre el grupo de estudiantes, profesores y padres de familia e invitados, sobresalía la figura de Víctor Herrera Pin, quien también concluía 6 años de estudios secundarios en la especialidad de filosófico sociales.

La mañana del último sábado las miradas y los comentarios que se tejían en la población en torno a Víctor no eran por considerarlo como el joven más alto, gordo o el más guapo de todos los bachilleres.

No, las miradas y los comentarios eran, porque a pesar de tener 16 años de vida y medir 90 centímetros, que lo hacen aparentar ser un niño de 6 años, se incorporaba como uno de los mejores estudiantes del colegio.

A su lado, los 18 compañeros de especialización y los orgullosos padres Hugo y Cecilia, quienes pese a su pobreza y con la ayuda de la profesora Alba Alvear guiaron en todo este tiempo el “chiquitín de Baba”.

- “Todos nos han ayudado en los estudios del mayor de nuestros tres hijos. No sé por qué nos salió enanito, pero gracias a Dios es muy inteligente y un buen hijo. Él entiende que no podemos darle comodidad”, señalaron los progenitores.

Esto, mientras varios de los compañeros de estudios conceptualizaban a Víctor como una persona “que se hace querer y respetar” e incluso volvieron a felicitarlo por haber obtenido una mención de honor en el concurso provincial de oratoria.

Durante las tres horas que duró la ceremonia Herrera Pin estuvo sentado en una silla de plástico, jugando con la capa y la muceta color concho vino, pero con los pies en el aire por no alcanzar la tierra.

En esa hilera parecía más bien el hermano menor de uno de los bachilleres y no el graduado. Sin embargo recordaba para EXTRA los años que no tenía como comprar el uniforme, para comer algo en el recreo, cuando más de uno se burló de su tamaño y no creían en que podrían triunfar en la vida.
El tiempo pasó y las autoridades llamaban uno a uno a los nuevos bachilleres. Los padrinos colocaban las capas y las mucetas. El maestro de ceremonia dijo:

- “Víctor Herrera se incorpora con 19, equivalente a sobresaliente”.
El chiquitín salió de su letargo y avanzó hacia la mesa en la que se encontraban las autoridades. Centenares de personas aplaudieron el esfuerzo y la dedicación de Víctor, mientras que los padres Hugo y Cecilia dejaban escapar lagrimas de felicidad.
Desea ser abogado
El pequeñín de Herrera desea seguir siendo también un ejemplo para sus compañeros, profesores y para aquellos ecuatorianos que sufren de enanismo.

Esta consciente que atrás quedaron los recuerdos imborrables de la secundaria y que ahora debe centrarse en lograr ingresar a la Facultad de Derecho, de la Universidad Técnica de Babahoyo para, luego de seis años, convertirse en un abogado de los tribunales de la República. El problema es que sus padres no tienen los recursos económicos para poder costearle los estudios. De ahí que hace un pedido: “Espero que alguien de buen corazón pueda regalarme una beca. Lo que Dios no me dio en estatura me lo dio en inteligencia y ganas para llegar a convertirme en un profesional”.
La bandera le pesaba
La pequeña vida de Víctor ha estado llena de anécdotas. La que más recuerdan sus seres queridos, es cuando a los diez años, en el 2000, terminó la primaria y por sus notas fue proclamado abanderado de la escuela Carlos Marx, ubicada en el recinto Arenillas, a diez minutos del centro del cantón.

Pero como el asta y la bandera que debía portar medían cerca de dos metros y Víctor, en ese entonces tenía una estatura de cincuenta centímetros, no la podía cargar. Entonces, los profesores optaron por construir una nueva asta de 45 centímetros y confeccionar una bandera mucho más pequeña.

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